¿SOMOS TODOS IGUALES?
Javier Martínez Aldanondo,
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
Eso dicen las leyes. En teoría, todos somos iguales en derechos y obligaciones. Pero basta echar un vistazo alrededor para darse cuenta de que en realidad, somos bastante diferentes. No sólo en altura, peso, edad, inclinación política o color de piel. Hay quien disfruta de la música clásica y quien prefiere el rock, quienes frecuentan el gimnasio a diario y quienes lo detestan. Hay vegetarianos a ultranza y los que consideran la carne el mejor manjar posible, quienes viven enganchados a Internet y quienes no lo conocen, quienes agradecen artículos breves, quienes aprenden todos los días y quienes hace tiempo dejaron de aprender …
Tengo la impresión (los sociólogos han dedicado mucho esfuerzo a estas labores) de que una característica de nuestro tiempo es precisamente la necesidad de ser distinto, de construirse una identidad propia, de no ser uno más entre el montón. Esa necesidad de destacar es evidente en las grandes ciudades donde resulta llamativa la obsesión de sus habitantes por que el resto sepa que existen y son valiosos. En las capitales todo el mundo habla mucho y escucha poco. Por si fuera poco, la previsibilidad del mundo se ha desmoronado: Hasta la generación de nuestros padres, era normal nacer, vivir y morir en una misma casa, tener un trabajo que durase toda la vida, que la relación de pareja (esposo o esposa) fuese para siempre (hasta que la muerte nos separe) y por supuesto, nacer hombre y morir hombre (ahora podemos incluso cambiarnos de sexo). Hoy las familias se han desestructurado, ambos padres trabajan demasiado y tienen escaso tiempo para dedicar a los hijos …
Parece que en realidad, las cosas han cambiado radicalmente. ¿Y qué ha hecho la Educación ante esta situación? Simplemente actúa como si nada hubiese sucedido. Y lo peor de todo es que sigue convencida de que todos somos iguales. Que a todos nos interesa lo mismo, necesitamos lo mismo, nos preocupa lo mismo y en definitiva, haremos lo mismo a lo largo de nuestra vida. ¿Por qué todos debemos aprender exactamente el mismo curriculum, idénticas asignaturas cuando no solo somos diferentes sino los caminos que tomaremos en la vida serán únicos, irrepetibles e intransferibles?
En nuestro ADN está grabada a fuego la idea de que alguien ya decidió por nosotros lo que significa aprender y sobre todo qué es lo que necesitas aprender durante al menos 17 años (si vas a la Universidad), cuándo necesitas aprenderlo, cómo debes aprenderlo y cual es la forma de demostrar que lo has aprendido. Hay todo un proceso que está decidido de antemano. Aburrido, ¿Verdad? ¿Representa el tipo de mundo en el que vivimos? ¿Es congruente con las necesidades que demandan los ciudadanos del SXXI?. Es un sistema que resulta muy fácil de administrar, ya que trata a todo el mundo por igual, es previsible y funciona como una fábrica: Permite anticipar que hoy martes de 9h a 10h toca Matemáticas y, en concreto, Logaritmos (te interese o no te interese). Pero ese mundo ya no existe, lo que la gente espera (sobre todo los jóvenes) son oportunidades donde poder elegir y decidir porque así funcionan el resto de ámbitos de su vida. Resulta muy complicado llegar a un lugar en donde uno no tiene esa posibilidad de decidir. El colegio no está diseñado teniendo en cuenta a sus clientes (los niños) sino para satisfacer a los padres.
La pregunta entonces, a la hora de educar es ¿Hacemos lo que resulta más fácil o hacemos lo mejor? Si nos vamos por el camino más difícil, entonces la siguiente pregunta es todavía más complicada ¿Cuál es la mejor manera de Aprender? Pensemos en qué haces cuando quieres que alguien, por ejemplo tu hijo, aprenda algo de verdad … Le enseñas tú y, si no sabes, le pones un profesor particular. El 1 a 1 es sin duda la mejor opción. El 1 a 30, aunque masifica la Educación, perjudica seriamente la calidad. Alejandro el Magno lo sabía perfectamente y tenía a su disposición un tutor privilegiado como Aristóteles. Ocurre que si no entiendes como aprenden las personas, entonces nunca sabrás cómo enseñar y la mayoría de personas involucradas en procesos de aprendizaje lo desconoce. Cuando hago un taller suelo pedir a alguno de los participantes que me enseñe algo que domine y mayoritariamente empiezan a darme una lección magistral, igual que hace todo profesor ante sus alumnos. "Dime cómo enseñas y te diré cómo crees que aprende la gente". Estudiar no equivale a aprender, escuchar o leer no significa aprender. Aunque cada persona sea distinta y por tanto podamos hablar de que existen distintos estilos (hay quien primero prefiere documentarse, hay quien prefiere probar, hay quien prefiere ver cómo lo hace otro, hay quien prefiere que le acompañen paso a paso durante el proceso), todos aprendemos de la misma forma: HACIENDO. El conocimiento es el resultado de la práctica, llega después de HACER, no antes.
Cada vez que se acerca un periodo de elecciones, todo el mundo parece preocuparse súbitamente por la educación. Sucede en EEUU y en las últimas semanas en Chile donde se está discutiendo una propuesta que persigue entre otras cosas, rediseñar el estatuto docente y mejorar el desempeño de los profesores. Para mi asombro, la opinión pública está convencida de que estamos enseñamos lo que debemos y sólo debemos enseñarlo mejor. Nadie puede negar que los profesores son un actor relevante del sistema educativo y que cuanto mejor sea su nivel, mayores serán las posibilidades de mejorar la educación http://tokland.com/elearning/?p=118 Sin embargo, es mucho lo que podríamos discutir sobre qué significa ser un buen profesor ¿El que logra que sus alumnos aprendan el absurdo curriculum actual y obtengan buenas notas? http://tokland.com/elearning/?p=120 Hoy la educación es una competición donde lo único que cuenta es ganar y por eso se reduce a aprender a aprobar exámenes. Y el mayor miedo de los padres es que sus hijos pierdan en esa competición. Es demasiado simple echarles la culpa a los profesores ya que ellos no son ni el problema ni la solución. Aunque no nos guste escucharlo, los profesores no son tan importantes como todo el mundo parece creer. Arreglar el estatuto docente es condición necesaria (sin duda) pero no suficiente. Tener a los mejores profesores del mundo no es garantía de nada mientras no se derriben los 2 principales obstáculos que tienen a la educación postrada de rodillas y dando sistemáticamente la espalda a la realidad:
1. Qué enseñamos. Los profesores (y sus alumnos) están prisioneros y condicionados por el curriculum dentro del que deben enseñar. Un curriculum jurásico y retrogrado que nadie tiene el valor de tirar a la basura y darle gracias por los servicios prestados. No puede haber un solo curriculum. ¿Cuántos de nosotros podríamos aprobar hoy el examen de acceso a la Universidad?
2. Cómo enseñamos. En consonancia con lo que ocurre con el Curriculum, los métodos de enseñanza que emplean actualmente los colegios y universidades no son los más efectivos para que nuestros hijos aprendan lo necesario para vivir exitosamente sus vidas. Que el profesor recite lecciones y los alumnos escuchen y hagan tests es la antitesis de aprender HACIENDO. El cerebro humano no está diseñado para escuchar a un profesor durante 1 hora. No absorbe la información de esa manera. Los adultos hemos olvidado casi el 100% de lo que escuchamos o leímos mientras estábamos en el colegio. Y esto es importante porque aprender es recordar, si hoy no recuerdas como hacer una Integral, entonces no lo aprendiste. Tampoco ayuda el hecho de que el profesor sea una figura autoritaria y temida a quien agradar en lugar de un tutor que te acompaña y ayuda a aprender. Y mientras los alumnos no tengan posibilidad de escoger en función de sus intereses, curiosidades y necesidades, va a resultar muy difícil convencerles de que el colegio es un lugar interesante y Aprender no sólo es importante sino incluso divertido.
Hace ya tiempo que abordamos este tema en otra columna La dictadura de la Educación http://tokland.com/elearning/?p=19 La propuesta empieza por rediseñar las aulas (la arquitectura dice mucho sobre cuánto aprendizaje o colaboración puede ocurrir en un lugar y las aulas no son el mejor ejemplo). Continua cambiando el curriculum para permitir a los alumnos escoger en qué experiencias reales quieren participar y colocarlos en situaciones donde deban superar desafíos, alcanzar objetivos, tomar decisiones, resolver problemas … en lugar de hacer tests de respuesta múltiple. Los alumnos demandan un proceso mucho más democrático, exigen poder para decidir qué aprender y sobre todo que se parezca mucho más a su aplicación en la vida real. Al igual que en el caso del fútbol, la educación es uno de los pocos servicios en el que pagas sin saber lo que vas a recibir.
Lo que hacemos con los niños es muy similar a amaestrar animales en el circo: Si saltas dentro del aro, te doy una sardina (aunque nunca más vayas a ver un aro en tu vida o no te gusten las sardinas). Pero si se te ocurre cuestionar por qué te obligan a saltar el aro o que el aro no sirve, te quedas sin sardinas. El rendimiento académico no es ningún predictor del comportamiento ni de la vida de lo que le espera a una persona. Mi experiencia a la hora de seleccionar y contratar personas indica que cuanto más brillante es el currículum académico, menos innovador resulta ser, menos abierto al cambio y menos flexible porque está programado para administrar la certeza, pero no para administrar la ambigüedad, los errores y la inseguridad. Nos vamos creando un problema porque la gente que es brillante académicamente no está acostumbrada a la frustración y no sabe cómo manejarla sin deprimirse.
¿Sabían que el presidente de Brasil, Lula da Silva, sólo tiene estudios hasta 8º básico? Hoy puede presumir de tener el mayor respaldo popular de la historia de su país sin haber terminado la educación media ¿Qué pasaría si envía su curriculum académico a cualquier empresa? ¿Quien hubiese contratado a Bill Gates, Steve Jobs o Amancio Ortega de ZARA?
No podemos dejar de preguntamos en algún momento cuales son las cuestiones básicas que debería enseñar la escuela y sobre todo, cual es la mejor manera de aprenderlas (obviamente nunca convirtiéndolas en asignaturas). La lista difícilmente será corta pero existen algunos elementos que resultan indispensables: Uno tiene que ver con relacionarse con otros. Casi todas las cosas que te ocurren en la vida tienen una estrecha relación con cómo eres capaz de establecer relaciones con otros, no solamente profesionales: tienes pareja, tienes hijos, tienes amigos, tienes jefes, tienes compañeros de trabajo. Hoy esta habilidad tiene nombres diversos que van desde networking a trabajo colaborativo y en equipo. Y eso no lo promueve el colegio, porque te condena a pasar innumerables horas sentado solo en tu pupitre y si hablas con el compañero de al lado, te castigan. El colegio no está diseñado para fomentar una habilidad tan esencial como relacionarse con otros, llegar a acuerdos con otros, consensuar con otros.
Hay un segundo elemento que tiene que ver con la habilidad de comunicación escrita y oral. Quieras o no, pasas la mayor parte de tu tiempo comunicándote con otros, persuadiéndolos, convenciéndolos, seduciéndolos. Aunque la escritura parecía haber quedado relegada hace algunos años, el correo electrónico nos ha obligado a escribir de nuevo. Y cuando analizas las cosas que escribe la gente, verdaderamente dan ganas de llorar. Y no solamente por la ortografía, sino porque lo que escribes muestra la forma en que piensas, muestra el modo en que ordenas tus pensamientos, cómo estructuras, cómo argumentas, cómo concluyes, cómo le das relevancias a cosas importantes o no…
La tercera habilidad es aprender a razonar. Y no caigamos en el error de creer que lo que hace falta es enseñarle a la gente más matemáticas. Significa enseñarle a plantearse desafíos, a analizarlos, a desmenuzarlos, a valorar alternativas, a perseguirlas, a analizar las consecuencias de las decisiones, a entender por qué las cosas son de una forma y no de otra y como podrían ser. Es decir, a no dar nada por sentado, a dudar y a llegar a tener tu propio criterio y a mirar por qué la gente hace las cosas como las hace. En definitiva, se trata de enseñar a la gente a pensar. Nada de esto se puede enseñar mediante una asignatura formal ni de forma directa. No puede haber una asignatura que sea comunicación, porque lo que allí se hace es hablar de comunicación, pero no practicar la comunicación, es decir, comunicar.
Para producir el tipo de cirugía mayor que se requiere en la educación, hace falta un liderazgo y coraje político rayando en lo suicida, que no se vislumbra por ningún lado, porque significa atreverse a cambiar todo un sistema que -se sabe- va a generar rechazo y sobre todo no permitirá beneficiarse de sus resultados hasta bastantes años después. No conozco ningún político dispuesto a inmolarse, aunque sea por una causa tan noble.
La educación todavía no es capaz de abordar dos aspectos cruciales:
- Para qué educamos a las personas, teniendo en cuenta que, si sabemos lo que se encontrarán a lo largo de su vida, no hay razón para que la escuela no les facilite el camino y se lo anticipe.
- Qué significa ser un ciudadano del siglo XXI, un ciudadano en la sociedad del conocimiento, qué habilidades, qué conocimientos, qué herramientas, qué actitudes hacen falta.
No necesitamos una educación que siga insistiendo en más matemáticas, mejores notas ni en que todos seamos como Robots sino en preparar más gente que piense y lo haga por si mismo. Por ejemplo, los niños entienden mejor que es la fuerza de la gravedad antes del colegio que después. El término Educare en latín significa "Extraer lo mejor de uno mismo".
Hoy las portadas de los periódicos las acapara la Crisis financiera. A estas alturas y como mero espectador, sólo hay 2 cosas que me preocupan:
- ¿Qué vamos a aprender de esta experiencia? Me gustaría pensar que lo suficiente para evitar que se vuelva a producir una hecatombe similar.
- ¿De qué conocimiento disponen lo responsables de resolverla?
Las próximas columnas se referirán precisamente a este tema tan indispensable para el día a día de los seres humanos: La Gestión del Conocimiento.
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