Etimología de las pasiones por Ivonne Bordelois
¿Cuántos sospechan o intuyen que la palabra amor alude, básicamente, al amamantamiento, al sonido que se produce cuando el bebé toma contacto con el seno materno? . Seguramente pocos, y más de uno se quedará boquiabierto porque, además, Bordelois, siguiendo a Walter Benjamin en un ensayo poco difundido, Angelus Novus, refuta la tradición de la lingüística contemporánea del siglo XX, que se basa en la teoría de la arbitrariedad del signo enunciada por Saussure. Ella prefiere la teoría onomatopéyica, de escaso o nulo predicamento entre los lingüistas, porque las palabras “son ruido y significado”, sonidos e ideas. En el viaje de rescate etimológico que propone a través del latín, el griego y las antiguas lenguas eslavas y germánicas, y que deja abierto a sucesivas investigaciones, encuentra joyas escondidas entre ruinas, un bosque subterráneo de correspondencias y avenidas misteriosas, como la conexión del sexo y la cólera con lo sagrado y con la inspiración, que se han perdido en el camino a las lenguas modernas.
“Con este libro, yo viví de sorpresa en sorpresa”, señala Bordelois en la entrevista con Página/12. “El lenguaje escapa a cualquier modelo de evolución genética molecular, es su padre y su madre al mismo tiempo. El hombre no sabe cómo la palabra ha venido a insertarse en su realidad; la palabra, que nos distingue como especie, permanece todavía inaccesible para nosotros.” Y sin embargo, con paciencia y oficio buceó en las definiciones y en las raíces de más de veinte diccionarios etimológicos –entre los que se destacan el de Corominas (castellano), el de Bloch (francés), el de Boisacq (griego) y el de Buck (lenguas indoeuropeas)– y las cruzó con un cuerpo vasto de lecturas –que incluyen a Platón, Spinoza, Freud, Nietzsche, Benjamin, Benveniste, Foucault y Agamben–, para demostrar que hay una historia de la palabra que va entrelazándose con la historia del ser humano. (Por Silvina Friera)
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