ALFABETIZACIÓN PARA EL SIGLO XXI: NUEVOS SIGNIFICADOS, NUEVOS DILEMAS
por Alicia Vázquez de Aprá
Una de las áreas de debate de fin de siglo parece girar en torno al concepto de alfabetización. Tradicionalmente se empleó este término para dar cuenta de la capacidad de los individuos para codificar y decodificar textos escritos. Sin embargo, actualmente se habla de alfabetización científica, alfabetización informática, alfabetización tecnológica, incluso de alfabetización emocional; notable ampliación semántica del término que indudablemente coloca a la educación frente a nuevos desafíos.
Ha sido extenso y fructífero el camino recorrido en el siglo pasado, provocando avances importantes en los estudios acerca de la inteligencia y de los desarrollos tecnológicos que han modificado las formas de pensar, actuar, producir y crear. Igualmente relevantes son las reflexiones que dan cuenta de las cuestiones pendientes que tendremos que seguir analizando, atendiendo a una necesidad impostergable de conectar la tarea en las escuelas a este movimiento de ideas, intentando rescatar su potencial para la innovación pedagógica.
Los artículos que son objeto de este comentario se ubican en esa línea de argumentaciones y constituyen aportes valiosos desde el punto de vista de la enseñanza y el aprendizaje en el contexto de las aulas de las instituciones educativas.
Los dos trabajos que tratan el problema de la inteligencia coinciden en destacar los desarrollos teóricos recientes que superan las limitadas concepciones vinculadas a la medición de conductas empíricamente observables. Estas contribuciones resultaron en una complejización del concepto al involucrar nuevas dimensiones en el comportamiento inteligente al tiempo que rescatan su especificidad en relación al contexto sociocultural del individuo y, particularmente, al ámbito de la clase escolar. En este sentido adquieren importancia nuevos enfoques como la Teoría de las Inteligencias Múltiples o de la Inteligencia Emocional, en los que no pueden estar ausentes, como acertadamente señala Danilo Donolo, las investigaciones acerca de la creatividad las cuales forman parte de la perspectiva educativa de la psicometría.
Entre los numerosos interrogantes que presenta el artículo de Donolo, me gustaría destacar la preocupación del autor por el problema de la medición, tanto desde el punto de vista ético como técnico, de las características psicológicas humanas en relación a la educación. Desde esta perspectiva reflexiona acerca de los medios y los fines de la medición educativa advirtiendo de la necesidad de valorar las habilidades individuales de acuerdo a criterios múltiples y con instrumentos refinados, dirigidos a los problemas propios de la realidad y de la escuela, que reflejen respuestas a actividades de enseñanza y aprendizaje específicas. Sostiene su posición el análisis de los rasgos que definen las sociedades actuales, caracterizadas por vertiginosos cambios que configuran ambientes disímiles en relación a las posibilidades y limitaciones de desarrollo de las personas, agudizando las diferencias entre ellas y resultando en comportamientos cada vez más específicos, dependientes de las situaciones en las que se constituyen. Atender a la singularidad de las capacidades individuales parece ser una cuestión acuciante y todavía no resuelta y deja planteadas muchas dudas respecto de si es adecuado al momento presente seguir utilizando la denominación “tests de inteligencia” cuando se trata de evaluar, desde el punto de vista psicoeducativo, fenómenos que son a la vez complejos y peculiares.
En el artículo de María Belén Martinasso y Mariela Signorile se cuestiona el concepto de inteligencia que predomina en las escuelas y puntualiza un aspecto de la conducta inteligente que quizás haya sido algo descuidado. En base a la Teoría de la Inteligencia Emocional, subrayan la necesidad de un equilibrio entre razón y sentimientos y la importancia de utilizar la emoción de manera inteligente, cuestión de relevancia en los ambientes educativos, ya que supone la posibilidad de perseverar en los esfuerzos para realizar una tarea, tolerar la frustración frente al fracaso, permanecer automotivados a pesar de las dificultades, conservar la curiosidad y el interés intrínseco por el aprendizaje.
El valor de este planteo radica en las implicancias educativas y sociales en relación al desarrollo de la alfabetización emocional. Por un lado se sostiene que es posible enseñar y aprender el manejo adecuado de la emoción; la instrucción emocional podría contribuir a solucionar algunos de los serios problemas de aprendizaje que se manifiestan en las aulas, entre ellos, la repitencia y la deserción. Por otro, ofrecer posibilidades para mejorar la capacidad emocional constituiría un modo de prevenir graves problemas sociales que se acrecientan en la medida en que las sociedades se complejizan, como la drogadicción, el alcoholismo y la violencia. Desde este análisis, las autoras, a modo de interrogante, expresan los desafíos que deben enfrentar los educadores para responder a esta nueva manera de entender el comportamiento inteligente.
Las nuevas dimensiones involucradas en el concepto de inteligencia exigen ampliar los contenidos de la enseñanza formal para responder a la alfabetización en tanto nueva categoría conceptual adaptada a las demandas del siglo que se inicia, en la que no pueden estar ausentes las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, ya que actualmente la posibilidad de aprender está estrechamente vinculada a los formatos representacionales que ellas nos ofrecen. Pero el aprovechamiento pedagógico racional y efectivo de las nuevas tecnologías depende de un proyecto educativo que les otorguen sentido, atendiendo siempre a los valores y objetivos de la educación y al mejoramiento de la calidad de los procesos educativos.
Estas opiniones se ubican en la línea de argumentos de Salomon y colaboradores (1992) quienes afirman que el poder real de la tecnología radica en su capacidad de redefinir y reestructurar de forma fundamental lo que hacemos, llegando de esta manera a concebirla como una herramienta para pensar. No es suficiente la incorporación de computadoras en las escuelas si con ellas los estudiantes realizarán las mismas tareas que antes hacían sin ellas. Si bien constituyen instrumentos poderosos de aprendizaje, interesan como un medios y no como un fin en sí mismos. Como dice Gardner (2000 :43), “El ordenador puede presentar ejercicios puramente machacones o estimulantes enigmas científicos; también puede educar, ilustrar, entretener e informar, o embotar la percepción, incitar al consumismo y reforzar estereotipos étnicos”.
El artículo de Silvia Elstein resulta particularmente sugestivo al promover la reflexión acerca de los cambios necesarios para que la incorporación de las nuevas tecnologías tenga sentido educativo. Cambian los entornos didácticos, los cuales deberán organizarse en función de materiales diversos en lugar de apelar a documentos únicos predominantemente impresos; cambian las posiciones clásicas del docente-transmisor y del alumno-receptor dependiente de la información que otros deciden proporcionarle; cambia la actitud hacia el aprendizaje enfatizando la búsqueda independiente de datos, como así también selección y organización de la información, el descubrimiento, la reflexión y la resolución de problemas; cambia la relación del estudiante con el conocimiento, asumiento su protagonismo en la estructuración de conceptos en lugar de conformarse con la acumulación de ideas; cambia el tipo de interacción docente-alumno, estableciendo una nueva forma de relación en la cual la presencia cara a cara ya no es indispensable en todo momento; cambian, en fin, tanto las modalidades instructivas como las estrategias de aprendizaje conducentes ambas a adoptar variados tipos de representación como diferentes vías de acceso al conocimiento y estimuladoras de los procesos superiores del pensamiento.
No resulta simple asumir las importantes modificaciones que las puntualizaciones anteriores por cierto no agotan. Una cuestión que no es posible obviar en este planteo refiere a la necesidad de preparación de los docentes en el uso de las nuevas tecnologías para posibilitar su integración auténtica a la cultura escolar. Pero, lo que aún es más importante, en los espacios de formación de maestros y profesores sería conveniente pensar qué está ocurriendo actualmente en la realidad de las aulas y las escuelas. ¿Qué posibilidades de acceso, manejo y utilización de los medios tecnológicos tienen los sistemas escolares de sectores periféricos en donde se concentra la mayor parte de la población?
Siempre preocupada por el problema del analfabetismo, Emilia Ferreiro (1996 :23) dice que “con la aparición de las computadoras el abismo que ya separaba a los alfabetizados de los no alfabetizados se ha ensanchado aún más: algunos ni siquiera llegaron a los periódicos, los libros y las bibliotecas, mientras otros corren detrás de hipertextos, correo electrónico y páginas virtuales de libros inexistentes”. Si la distribución de recursos y bienes educativos no resulta equitativa, ¿no estamos profundizando esa brecha promoviendo nuevas formas de discriminación?.
En los nuevos sentidos del concepto de alfabetización se entrelazan cuestiones no sólo educativas, sino también culturales, sociales y políticas. Todas ellas generan los dilemas que emergen de la pregunta acerca de la responsabilidad que le cabe a la escuela pública en relación a la formación de los alumnos que ahora transitan el sistema educativo como ciudadanos activos y plenos, conscientes de sus derechos y obligaciones, comprometidos en la construcción de una sociedad más justa y auténticamente democrática. Esto significa también alfabetizar para el siglo XXI.
Referencias
Ferreiro, Emilia 1996 La revolución informática y los procesos de lectura y escritura. Lectura y Vida (4) :23-30.
Gardner, Howard 2000 La educación de la mente y el conocimiento de las disciplinas. Paidós. Barcelona.
Salomón, Gavriel; David N. Perkins y Tamar Globerson 1992 Coparticipando en el conocimiento: la ampliación de la inteligencia humana en las tecnologías inteligentes. Comunicación, lenguaje y educación 13 :6-22.
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