Hoy en día las bibliotecas de aula comienzan a formar parte del paisaje de las escuelas públicas del país. Con este programa se estima que, desde 2005, cada niño que asista a la escuela estará en posibilidad de entrar en contacto con un promedio de 700 libros a lo largo de los 12 años de su educación básica. Pasado el primer momento de entusiasmo, la generalización de estas bibliotecas en las escuelas presenta nuevos desafíos, que podrían ser planteados a partir de una llamada de atención que hacen estudiosos del tema; Judith Kalman, por ejemplo, plantea que hay una diferencia fundamental entre disponibilidad (hoy asegurada por la presencia física de los materiales) y el acceso a los libros; un acceso entendido como un saber hacer frente a la cultura escrita que implica entre otras cosas tener la posibilidad de entender lo que se lee, tener capacidades de análisis, elaborar juicios, ser críticos ante los contenidos de los textos, etcétera. En este contexto, Entre libros y estudiantes. Una guía para promover el uso de las bibliotecas en el aula, de Alma Carrasco Altamirano, un libro de iniciación e incitación a la lectura en la escuela, es por principio un título que se recibe con beneplácito. Carrasco Altamirano presenta un material original en la medida en que recoge distintas voces, desde especialistas con sus múltiples miradas sobre la cultura escrita hasta voces espontáneas de niños y padres de familia que hablan de sus encuentros con la lectura. Los docentes también prestan su voz para construir este texto asumiendo un doble papel: como analistas y productores de situaciones didácticas, y como narradores de su propia historia de lectura; se trata de pequeñas narraciones que, aunque fragmentarias, se antojan ser leídas con el interés de un historiador que trata de reconstruir el pasado y explicar el presente a partir de una interpretación de las prácticas personales de lectura. La autora presenta las visiones teóricas más extendidas sobre los procesos de comprensión de los textos y expone al menos tres modos de entender este problema: la lectura vista desde la teoría transaccional, emanada de las teorías literarias, y que establece relaciones de distinto tipo (según la versión) entre el lector, el texto y el autor; una visión donde la buena o mala comprensión de la lectura depende de las estrategias propias de cada lector, y finalmente una visión donde la buena comprensión es producto de la claridad en el propósito que se tenga al leer. A lo largo de las innumerables situaciones didácticas, propuestas tanto por el equipo de especialistas como por los docentes, corre el fantasma de la “escolarización de la lectura”. En los discursos de unos y otros la lectura aparece como una práctica que no debe imponerse, que no debe proponerse para cumplir los contenidos escolares. Por el contrario, se plantea como un espacio de libertad, de placer. Al respecto cabe mencionar que esta tensión entre lo escolar y lo placentero es comprensible como producto de años de aplicación de rutinas de enseñanza tradicionales que no sirvieron para mejorar el panorama lector. Pero también es importante señalar que, a partir de experiencias internacionales, se sabe que estas propuestas no son suficientes para transformar las prácticas de lectura, sobre todo de los lectores llamados “precarios”. La investigación anglosajona, por ejemplo, ha podido probar la insuficiencia de una educación basada en el intercambio libre de opiniones y la aplicación de habilidades lectoras: es necesario acompañar al lector en el difícil camino de la interpretación. En suma, no es suficiente con leer, es importante aprender a leer bien; ¿y por qué no puede uno encontrar placer en la dificultad —siempre y cuando la situación sea lo suficientemente interesante y desafiante para los chicos? Además de sus destinatarios naturales (maestros, bibliotecarios, animadores de lectura y otros agentes educativos), el libro también puede resultar útil para quienes tengan interés por incursionar en los discursos gubernamentales sobre las políticas generales del libro y la lectura, y los procesos de selección de textos. Es un libro, pues, que posibilita múltiples lecturas y modos de encarar el problema de la apropiación de la cultura escrita.
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