ExLibris
Este libro es mío por Carlos Córdoba (La Nación 8 de Octubre de 2006 |
http://www.lanacion.com.ar/edicionimpresa/suplementos/revista/nota.asp?nota_id=846647 |
Los ex libris son esas pequeñas etiquetas que se colocan en el reverso de la cubierta de los libros para indicar quién es su propietario. Surgieron hace unos 500 años y hoy su vigencia está asegurada por grabadores y coleccionistas |
Como una marca de posesión: así nacieron los ex libris cuando todavía no tenían denominación ni forma ni uso extendido, y el faraón Amenofis III ya insertaba pequeñas placas de barro cocido con su nombre en cajas repletas de rollos de papiros para que supiéramos (como lo sabemos hoy, gracias a que una de esas vanidosas placas se conserva en el Museo Británico de Londres) que esos rollos eran suyos, suyos, suyos. Sólo la invención de la imprenta, en 1440, y la consiguiente multiplicación de las bibliotecas les dieron, desde el siglo XV, cierta popularidad, que de todos modos no fue demasiada: sólo los señores de familias poderosas tenían sus ex libris con motivos heráldicos para indicar la pertenencia del libro, ya no a una persona, sino a todo un linaje de gente muy leída. Desde entonces, y hasta los años 40 del siglo pasado, las cosas funcionaron bien para los ex libris: muchos los usaban, otros tantos los coleccionaban, y varios vivían de producirlos. Desde Durero hasta Dalí, pasando por Escher, Klimt y Goya, los artistas diseñaron ex libris para personas notorias y no tanto. Firmas como Dickens, señoras como Gloria Swanson, actores como Charles Chaplin y seres como Benito Mussolini tuvieron el suyo. Pero desde entonces las cosas han cambiado y, como resultado de estos cambios, muchos lectores habrán llegado hasta aquí sin la menor idea de qué cosa se oculta detrás de esa expresión latina que significa "este libro es de". Al pie de la regla Por definición, un ex libris es una etiqueta de papel que se pega en el reverso de la tapa de un libro para determinar quién es su dueño. Pero es también, y sobre todo, un pequeño trozo de arte encerrado en un corset de reglas estrictas cuyo mantra principal es "trece por trece": por encima de eso, nada; por debajo de eso, todo. -Si mide más de trece por trece, no es un ex libris. Si no dice ex libris, no es un ex libris. Si no está dedicado a una persona viva o institución, no es un ex libris. Si... El grabador Osvaldo Jalil, director de la sociedad de grabadores Xylon Argentina, recita el corral de reglas dentro del cual cualquier exlibrista o aspirante debe moverse. Jalil empezó a interesarse por los ex libris hace quince años, y es uno de los fundadores de Gadel -Gente Amiga Del Ex Libris- asociación encuadrada dentro de Xylon. -Un ex libris tiene reglas claras. La alegoría, que es la imagen, debe resumir la personalidad del destinatario. Para llegar a esa alegoría, a esa síntesis, el artista tiene que tener información de la persona a la que se lo hace: sus gustos, algo que lo defina. Además, tiene que estar el nombre de la persona o la institución que lo va a usar, porque es para alguien que está vivo o en actividad: no podés hacerle un ex libris a Pablo Picasso o, si lo hacés, tenés que poner In memoriam Pablo Picasso. Y además tiene que estar la palabra ex libris, o "este libro es de" en español. Si se hace para una colección de libros eróticos o de medicina o de cocina o de música, se puede clasificar: ex libris erotici, ex musici... Estas pautas están regladas por la Federación Internacional de Amigos de los Ex Libris (Fisae), que canaliza la fruición de todos aquellos cuyos corazones laten con más fuerza ante la resolución elegante de una situación compleja en un pequeño trozo de papel. Aunque se estima que hay unos 10.000 coleccionistas alrededor del mundo, reunidos en unas 40 asociaciones (Bookplate Society, en Inglaterra; Deutsche Ex Libris Gesellschaft, en Alemania; American Society of Bookplate Collectors and Designers, en Estados Unidos), en la Argentina el arte del ex libris todavía se practica en silencio y casi sin remuneración a cambio. -La edición de un ex libris sale más o menos doscientos pesos -dice Jalil-, pero más que trabajar para clientes particulares, se lo hace para algún coleccionista de Europa o de Estados Unidos que pide un ex libris y a cambio manda algunos de otros artistas. O se envía a concursos internacionales que organizan bibliotecas o entidades de exlibristas. Como el ex libris es un formato pequeño, es fácil enviarlo. Lo metés en un sobre y lo mandás. Así, los principales motores del ex libris resultan ser los concursos internacionales (que pueden tener como tema un personaje histórico o el Quijote, o los pájaros o un pintor), y los coleccionistas, entre los que destellan algunos nombres, como Benoît Junod, Mario Da Mota Miranda, Vicente Sánchez Molto -que colecciona ex libris eróticos- o Mario de Filippis, italiano y dueño de un restaurante gourmet en Arezzo, Italia, llamado Buca di San Francesco. Mario tiene la mayor colección del mundo y envía mensualmente cientos de sobres repletos de arte en pequeño formato a sus amigos grabadores y coleccionistas. -Empecé a recopilar en 1978 -dice desde Italia- y mi colección está compuesta por cerca de 130.000 ex libris, que van desde el año 1600 hasta hoy, de los cuales 13.000 son míos, personales, realizados para mí por artistas de todo el mundo. El argentino Roberto Ferrari es coleccionista, pero aclara que su pasión son los libros, y que lo de los ex libris es una suerte de daño colateral. -Yo no me atrevería a pegarle jamás nada a un libro -dice-, y menos una etiqueta mía, pero me gustan como objeto de arte. Me interesa el grabador, me interesa el origen. Los colecciono desde hace unos veinte años, pero lo mío, antes que el ex libris, son los libros. Lo que hago sistemáticamente es buscar libros. Si dentro del libro viene un ex libris, bien. Francesc Orenes Navarro nació en Barcelona, donde vive, y dedicó toda su vida a la enseñanza del arte y el diseño en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona. Se dedica a los ex libris desde 1987, cuando defendió su tesis doctoral, que versó sobre este tema. Fue presidente de la Associació Catalana de Exlibristes, y hoy tiene en su colección alrededor de 20.000, clasificados por países de origen. -El ex libris es algo más que una marca de propiedad -dice-. Es, sobre todo, un signo de amor a los libros. Aunque es verdad que todo coleccionismo es una especie de obsesión, en el caso de los ex libris es el gozo de la visión de estas pequeñas obras de arte. Diría más: acostumbrados como estamos a ver obras en los museos que no se pueden tocar, con los ex libris sucede que los tenemos entre las manos, tenemos el placer de ver y de tocar. Lo más admirable de este arte es su carácter de poética visual, su capacidad de expresar conceptual y técnicamente, de una forma sintética, aquello que quiere decir. Los ex libris son el equivalente en arte de lo que es la poesía en el campo de las letras: un lenguaje esencialista. José Miguel Valderrama Esparza vive en España. Es dueño de una casa de indumentaria deportiva y coleccionista de ex libris desde 1999, cuando fue a una exposición celebrada en Sevilla por la Asociación Andaluza de Exlibristas. -A partir de entonces, inicié contactos con otras asociaciones europeas de exlibristas, y fui afianzando el deseo de poseer esas obras de arte en miniatura. Hoy debo poseer unos 6000 ejemplares realizados con diferentes técnicas. El coleccionismo de ex libris es consecuencia del amor a los libros. Yo, cuando voy a una librería de viejo, voy buscando libros, no ex libris. Y soy muy cuidadoso con mi colección. Nada más recibirlos, los introduzco en sobres de plástico neutro transparente, luego los pego sobre una cartulina blanca y los guardo en unas cajas archivo, catalogados algunos por temas y otros por artistas. Atados, pero libres Algunos de los nombres resonantes, entre los artistas europeos dedicados al ex libris, son el del monje español Oriol Diví, el del ruso Vladimir Zuev, el del lituano Alfonsas Cepauskas. En todo el mundo son casi inexistentes los artistas que se dedican solamente a esta disciplina, y aunque en Europa una edición de un centenar puede rondar los 500 dólares, en la Argentina no supera los 300 pesos. El exlibrismo nacional parece una actividad para los mismos de siempre: los que están dispuestos a hacerlo todo a pulmón. Marcelo Aguilar es grabador, profesor de la escuela de Bellas Artes de Quilmes y secretario de Xylon. -Me llamó la atención este símbolo de pertenencia, de abolengo, de decir: "Yo tengo mi libro". Yo veo un libro con un ex libris y me lo compro. Me interesa saber que ese libro estuvo en la biblioteca de determinada persona. El ex libris es la identidad del tipo, y ves cómo el grabador pensó la alegoría: "A ver qué le pongo a este tipo en el ex libris para que lo reconozcan". Y tiene otro atractivo: en una época en que el arte se comercializa, y hay tipos que dicen "Yo manejo tu obra", el ex libris no tiene ningún tipo de interés comercial. Y laburar en tamaño reducido es maravilloso. Trabajar en ese microcosmos... Es como un pequeño aleph... ahí tenés todo. Y todo quiere decir todo: hay ex libris que reúnen un río de figuras; otros en los que un gato erizado o una tetera resumen la personalidad del destinatario; otros con un universo complejo y abstracto de líneas chirriantes. Muchos surgen de la inspiración espontánea de los artistas o a pedido de personas determinadas, pero las convocatorias a concursos internacionales rozan temas desconocidos y, entonces, grabadores argentinos de Quilmes o Flores o La Plata sudan tinta intentando plasmar algo emocionante e informativo que resuma el espíritu de las aguas termales de Suiza, de una biblioteca de un pueblo de Polonia o de un prócer completamente escandinavo. -A veces se hace difícil -dice Fernando Polito, de Quilmes- porque son temáticas cerradas. De un país que uno no conoce, de una ciudad que uno no conoce, de unas aguas termales que uno no conoce, y uno se tiene que poner a investigar. Polito, además, se ha buscado una complicación que disfruta: su propia marca de fábrica es la inclusión, en cada uno de sus trabajos, de la argentinísima jarra pingüino. -Y es difícil de incluir, porque es bastante tosca. Pero intento meterla siempre. Es otro desafío más del pequeño formato. Desde La Plata, su colega Juan Bértola reconoce que es raro disfrutar como artistas en un ambiente tan cargado de reglas. -Porque uno está buscando la libertad de decir lo que le parece y de repente te sometés a esas reglas. Pero también está bueno, porque uno elige de quién hablar. Será que cuanto más atado estás más libre sos. La marca de tu nombre Eva Farji era estudiante de arte cuando llegó al taller de Jalil a aprender grabado, y terminó fanatizándose con el ex libris. Pasa las páginas de la carpeta donde guarda parte de su obra mientras dice que las librerías de viejo de Buenos Aires están repletas de tesoros ocultos para cualquier coleccionista. -Un ex libris dice mucho de la historia de un libro. Alguien lo puso, alguien quiso ese libro. En las librerías de usados encontrás cosas buenas. Hay bibliotecas enteras de escritores argentinos que se han vendido. Por ejemplo, la biblioteca de Federico Vogelius, el creador de la revista Crisis.. Vas a una librería de viejo y el ex libris de él, que dice FV, está por todas partes. Con la biblioteca de Botana pasa lo mismo: está dispersa con sus ex libris por todas partes.En la Argentina, en los años 50, los editores españoles o descendientes de españoles emigrados, como Thor, tenían ex libris propios. Era un uso, una costumbre muy común. En un artículo publicado en la revista de Xylon, Farji recuerda que en 1920 la sección Cartas de Lectores de La Nacion publicaba a menudo misivas de exlibristas, y reproducía imágenes de ex libris con epígrafes explicativos. Por esos días, las discusiones acerca del tema eran encendidas y el señor Bourband, Mariano Barrenechea, don Fermín Carlos Yeregui o Manuel A. Bustelo describían ex libris y discutían acerca del nacimiento de éstos y de la conveniencia o inconveniencia de ciertos diseños para libros tradicionales o modernos. Por aquellos años, Miguel Olivera formaba parte de la Asociación Argentina de Exlibristas. -Yo tengo una colección de ex libris, un bargueño lleno -confiesa-. Tenía intercambio con los demás exlibristas, que eran muchos. Pero, claro, todo pasa. En los años 50 fueron furor los ex libris. Antes de eso, nadie sabía qué eran, y después de eso, se olvidaron completamente. Era como con las estampillas. Usted mandaba los que tenía y le respondían enviándole otros. Pero ahora la gente nueva creo que ni sabe lo que es. Para que la gente nueva sepa de qué se trata, hace poco la librería Capítulo 2 hizo diseñar dos ex libris: uno conmemorando la primera edición del Quijote y otro a los escribas del siglo XV en la figura del francés Jean Mielot. -Nos pareció que era bueno despertar cierta curiosidad en la gente por lo que era el ex libris -dice Ernesto Skideslky, dueño de la cadena-. Yo tengo una biblioteca relacionada con biografías de editores, historias de los libros... Me puse a investigar y vi que había sites de artistas argentinos del ex libris, y que nadie les daba mucha bolilla. Empecé a pensar en desarrollar algo así, y con cada libro empezamos a entregar un ex libris, colocamos carteles explicativos de qué es, cómo surgió. Porque cuando se los dábamos, la gente no entendía. Nos preguntaban si eran señaladores. Delicias del pequeño formato Si el ex libris nació como una marca de alcurnia y evolucionó en el siglo XVIII hacia el ex libris alegórico, fue en el siglo XX cuando se produjo una explosión, nacieron los coleccionistas, empezaron las primeras asociaciones y federaciones, así como la publicación de las primeras revistas referidas al tema, que hoy dan vuelta al globo en diversos idiomas: castellano, catalán, polaco, inglés, alemán. Y si en principio las únicas técnicas empleadas eran la xilografía o la calcografía, hoy se incluyen la litografía, la serigrafía, y aun la elaboración digital, a tal punto que un español, de nombre José Manzano, fanático de los ex libris con alegorías de búhos, creó una categoría nueva: ex webis, para referirse a ex libris que sirven para identificar páginas web. -Es un pequeño formato que permite hacer una obra de arte de una manera rápida -dice Eduardo Campelo, un grabador-. Un ex libris no es un dibujo con una leyenda, sino que ambas cosas tienen que relacionarse en armonía. Por eso a veces uno ve un ex libris que tiene un trabajo fabuloso de dibujo, pero le pusieron ex libris como de últimas, y eso no es un ex libris. Es una hermosa pieza de dibujo a la que se le agregó la inscripción "ex libris". En su taller de Flores, Marcela Miranda despliega su obra: pequeñas hojas sueltas que aletean sobre la mesa, paisajes urbanos, instrumentos musicales. Desde que empezó ya lleva unos 99 diseños originales: cada uno de los miembros de su familia y sus amigos tienen uno relacionado con sus gustos (un piano para su marido, músico; el perfil de una iglesia de Buenos Aires para una amiga creyente), y no cree que el ex libris sea un arte menor, aunque sea un arte de pequeño formato. -Para mí es igual de importante que todo lo que hago, y además es un arte muy complicado. Tenés que tener en cuenta a la persona que te lo pide, ver la tipografía, ver cómo resolvés lo de la letra, que la letra quede acorde con la imagen para que sea tan importante como la imagen pero que no cobre protagonismo, que no compitan entre sí. Julieta Warman tiene 30 años, es de La Plata, y le gusta este arte a contrapelo del mundo: un arte por encargo, pensado por un artista para una persona en particular. -Por eso me atrae tanto el tema de la alegoría del individuo al que se lo hacés. El ex libris es un objeto de arte que habla del individuo, y en este tiempo en el que todo es tan masivo, que un artista se ponga a hacer esto para una persona en particular o para una institución, me parece increíble. Pero también es una excusa para jugar libremente con un marco tan chiquito y la tipografía, la relación entre texto e imagen. Yo le estoy haciendo ex libris a un médico de La Plata, por ejemplo. El es médico, cirujano y anatomista, y en su ex libris aparecen un búho, como símbolo de la sabiduría; un libro; la hoja de la universidad, que es el roble; la pluma, una calavera, libros, una biblioteca, la serpiente de Esculapio. Es un trabajo de orfebre, minúsculo. Arte en pequeño formato. Nunca un arte menor. Por Leila Guerriero lguerriero@lanacion.com.ar Para saber más: |
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Ciba -
José Vicente de Bragança -